sábado, 31 de diciembre de 2011

Fin de año


Yo soy el que en la noche última
del año, como ya es costumbre,
rasgaré tus vestiduras en la habitación
contigua a donde estén los invitados.

Yo soy, pues, el primero y el único
que apoyaré tus muslos vencidos
en el suelo acabado de diciembre.
Al lado fluirá el vino y el champagne.


                                           Conde Soto

(este poema ha sido sacado del libro inédito El amor como escafandra del Conde)


domingo, 11 de diciembre de 2011

Howl: un juicio, una película y mis recuerdos





Cuando se habla de los juicios a que fueron sometidas algunas obras literarias – como es el caso de Madame Bovary o de Las Flores del Mal, ambos celebrados en 1857 – uno piensa en épocas lejanas, censuras, siglos remotos. Eso explica, en parte, el desconcierto en relación al juicio sobre el libro Howl de Allen Ginsberg, en 1957 (justo cien años después de los procesos de las obras francesas citadas) en Estados Unidos de América, recreado en la película homónima de 2010.

La película yuxtapone diversos tiempos y técnicas cinematográficas: el proceso de creación del poema; su famosa lectura/performance en la Six Gallery, el siete de octubre de 1955 (que fue considerado el primer acto público de la Generación Beat); animaciones de partes del poema, inspirados en dibujos del propio Ginsberg; el juicio de la obra; y una entrevista con el poeta sobre la composición y la recepción de Howl, sus experiencias en los hospitales psiquiátricos, sus amistades con Jack Kerouac, Neal Cassady, y claro, con Carl Solomon.

Mientras veo la película me acuerdo de la primera vez que leí Howl, de la sensación de inaugurar la lectura con aquel verso repetido innumerables veces: “He visto los mejores cerebros de mi generación destruidos por la locura, famélicos, histéricos, desnudos…” y cómo todo aquello cobró especial sentido en mi realidad adolescente, rebelde y utópica. Me acuerdo de mi primer cigarrillo. Me acuerdo del prólogo de William Carlos Williams, de leer el poema en voz alta y de la necesidad de un aliento potente para aguantar la respiración larga de su ritmo. Me acuerdo de un amigo con quien yo compartía lecturas, bebidas y sesiones de jazz. Me acuerdo que él llevaba siempre a On the road sobre el salpicadero del Variant 1975: protegido por los Beats todavía no me explico cómo no chocamos el coche en aquellas destiladas noches, en aquellas escalas modales por donde yo paseaba mi cuerpo reciente.

Hoy he releído Howl. No soy justa. No puedo serlo. Tantas cosas han pasado, otras lecturas, nuevos amores, inéditas experiencias. Me viene a la mente mi profesor de literatura francesa que preguntó a un alumno en la primera clase de la carrera: “¿Tú ya has leído a Proust?”, al que el alumno contestó negativamente, con vergüenza. El profesor le dijo: “¡Qué suerte tienes! ¡Ya me gustaría a mí poder leerlo por primera vez!”. Lo entiendo. Me quedo con mis recuerdos. Es una pena, pero es así: el privilegio de la primera lectura es único e irrepetible.

Condesa Lara

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Twitcam aristocrática nº1 – Entrevista a David García Martín

            

             Ayer, 29 de noviembre de 2011, tuvo lugar la TWITCAM ARISTOCRÁTICA nº1 del Condado de las Letras (https://twitter.com/#!/Condado_Letras). Y en esta ocasión no podíamos dejar de invitar a un compañero y gran amigo: Él es periodista. Él es poeta. Él es boxeador. Él tiene dos gatos y un dragón. Él es DAVID GARCÍA MARTÍN del http://residenciaenlared.blogspot.com/



            Antes de nada, queríamos decir que en este espacio impera la libertad. De los invitados no esperamos ni verdades, ni solemnes justicias: pueden mentir, inventar realidades, fantasear, porque la sinceridad no existe y si existiera no nos sacaría de nada, líricamente hablando. La única cosa que pedimos es ser sublimes.     

            Os dejamos con la entrevista, en la que hablamos sobre su blog, su faceta periodística, su poética, sus obsesiones, y un poquito de metafísica:

            El marqués Santiago Sevilla hizo un resumen muy acertado en su blog de los principales temas tratados anoche:



Condado de las Letras

domingo, 27 de noviembre de 2011

Delicadeza IV (La de tu nariz)

“O poeta não se conforma de não conhecer
todas as formas da delicadeza”
Cacaso




Para plasmar la delicadeza de tu nariz:

Sin hesitación reconociste tus deseos anónimos en las escaleras externas de mi cuerpo. Aquella noche, tu nariz te trajo hasta el sudor de mis tigres íntimos. Las lunas de marzo paseaban por todos los trópicos buscando nuestras salivas espesas que olían a la sangre de los tulipanes. Aquella noche, tu olfato mamífero anticipó los ciclones de las musas despreciadas.


Condesa Lara

jueves, 24 de noviembre de 2011

Delicadeza III (La de tu nuca)

“O poeta nao se conforma de nao conhecer todas as formas da delicadeza” Cacaso




Para plasmar la delicadeza de tu nuca:

Todavía no me he acostumbrado al alcance de mis dedos cuando tocan la orilla de tu piel, justo en ese punto donde tu pelo invade la opacidad de este cobijo. Tu nuca jamás me ha hablado de metafísica, sino de pañuelos y de perfumes, y de la anatomía arcana de los besos. Entregada, tu nuca me invita a los escalofríos del último oleaje.


Condesa Lara

GRITO

Escritos de la Ilustre Cuadrilla

En los Escritos de la Ilustre Cuadrilla de hoy les dejamos en manos del célebre marqués Santiago Sevilla: escritor, crítico y uno de los más generosos compañeros con el que nos hemos topado en esto de la Literatura. Prueba de su generosidad es el cuento que sigue, inspirado en un poema de la Condesa "Apocalipsis o A todos derramas tu sal" . Esperamos que disfruten de este ambiente de misterio y lujuria.

          Les dejamos con él.
Condado de las Letras

           


GRITO

Después de la consulta, no me quedaban ganas de ir a casa, ni tenía fuerzas para llamar a Víctor y a Carol. No, no quería pensar ni hablar de Micaela. Vagabundeaba por el centro, con la conciencia de que acabaría en Huertas. Es fácil dejarse llevar y entrar donde te inviten a un chupito, pero no lo es desprenderse de las obsesiones. Los bares están llenos de chicas con el pelo, los ojos o la risa de Micaela.

Pasé muchas noches de melancolía hasta una en que, cuando estaba por marcharme a casa, me llamó la atención un cartel con letras de un rojo violento, que decían Sussona. Como no lo había visto hasta entonces, pensé que sería nuevo; y, por curiosidad, entré. Si bien el sitio no parecía tener nada de particular, pedí una copa. El local estaba a rebosar, tomé el vaso y caminé hacia el fondo. Casi todo el público eran hombres y me pareció advertir que, además, la mayoría de ellos iban solos. Me resultó raro, hasta que apercibí que las camareras eran todas mujeres. Los hombres somos así, creemos que, con el roce y dos o tres frases galantes, podemos convencerlas para ir a un after después de su turno. El local tenía forma de pasillo, una tosca barra repleta de botellas, las paredes desnudas y, en cambio, al fondo caían unos velos de hermosos colores, con bordados muy finos, que representaban un lago rodeado de árboles.

Cuando estaba terminando la copa, me fijé que algunos hombres dejaron de bailar, se apiñaron en el fondo y regresaron sobre sus pasos. En el centro de ellos estaba una mujer, que se movía con la seguridad y el deje despreciativo propio de las mujeres inaccesibles; y los hombres seguían sonrientes cada uno de sus pasos, como bailarines que luchan por abrirse paso hasta la diva. Contemplaban cada uno de sus movimientos, pedían una de sus miradas de acero y soñaban con una noche a solas.

La teníamos muy cerca, podíamos oler su perfume de flores y, cuando bailaba estrepitosamente reggaeton, chocábamos con sus caderas. Pese a todo, ella decidía quién podía acercarse. Después de muchas noches, deduje que llegaban a Sussona tres clases de hombres. Los primeros se abrían paso a golpe de caderas, mantenían su mirada arrogante sobre Sussona y bailaban con ella una canción; los segundos pagaban una ronda, conversaban con ella con nerviosismo y se llevaban una marca de carmín en el cuello; y los terceros eran elegidos por el capricho de Sussona.

Cada fin de semana volvía a Huertas, inquieto por ir al Sussona. Me pasaba una cosa extraña, si trataba de ir a ese bar, no lo encontraba. Subía y bajaba por la calle Huertas, daba una vuelta por Santa Ana, me metía por Echegaray por si acaso... En cambio, si me dejaba llevar por mis vagabundeos, me topaba con él. Iba hasta el fondo, pero me quedaba en un segundo plano y observaba, hasta que, una vez, Sussona hizo un ademán a los demás para que se apartasen, puso la palma hacia arriba y flexionó los dedos para que me acercase. Me cogió la mano, estaba fría, y me arrastró hacia el fondo. Tras los velos había una alcoba que olía a incienso, el suelo estaba cubierto de cojines y bujías y, detrás, una cama de dosel con sus velos. Sussona comenzó a bailar, sus caderas chocaban con las mías, sus brazos me estrecharon y caímos en la cama. Ella se apretaba contra mí y me lamía el cuello con ansia, como si buscase algo dentro de mí, con tanta fuerza que sentí dolor. Rechazó mi beso, me levantó la camisa y me besó de nuevo con voracidad en el vientre y en el pecho. El placer y el dolor se volvieron inseparables, demasiado intensos. La oí gritar con desgarro: «Haya confusión de mares, lunas y espejos» y perdí la conciencia.

Los médicos se alegraron mucho de que hubiese conseguido despertarme. Me habían encontrado tirado en la trastienda de un local abandonado y había estado una semana sin conocimiento. Me llevé la mano al cuello y me hice daño al tocar la costra que descubrí. Pese a que me encontraba débil, me incorporé y me abrí el pijama. Tenía en el vientre y en el pecho incisiones amoratadas, que me hicieron gritar estremecido.

Santiago Sevilla

sábado, 19 de noviembre de 2011

Enrique Bunbury dando tumbos por el mundo – PARTE 1: RADICAL SONORA

“Este hombre no se decide, vacila; ahora, parece afirmar una cosa, y luego la contraria: está lleno de contradicciones; no le puedo encasillar; ¿qué es?”
(Miguel de Unamuno, Del Sentimiento trágico de la vida)








La contradicción a veces parece engendrar fulgores, cuyas realidades, llenas de sugestiones, dejan tras de sí incendiarias obras. Y es que, durante años Enrique Bunbury se ha mostrado antojadizo, zigzagueante, en una búsqueda consciente a tumba abierta por esbozar inquietudes,  diferentes impulsos que parece como si le llegasen en torbellino, tanteando así una multitud de sonidos, o mejor dicho, adueñándose de ellos. Diríase que en cuanto creemos que ha encontrado su lugar, tan pronto como empezamos a entender lo último en lo cual ha dejado su impronta, él ya se muestra amodorrado, y huye despavorido de allí con la intención de escudriñar nuevos estímulos que lo alejen de donde viene, de donde se siente ya absolutamente lejano.

Ésta es la personalidad de nuestro músico: “un culo inquieto” –como él se denomina-, un inconformista radical, un investigador constante de estéticas, un acanallado viajero que recorre por instinto la manigua de los trópicos, pero que, por encima de todo, vaga por los recovecos interiores de sí mismo. Dos viajes que se complementan, uno exterior, revelador de su inabarcable deseo de plenitud, y otro interior, en el cual apela a las galerías machadianas del alma.

Cuando aparece Radical sonora allá por el año 1997, su primer disco en solitario después de la disolución de Héroes del Silencio, Bunbury cuenta ya con treinta años y cuatro álbumes de estudio con dicho grupo. Pese a tener ya una trayectoria bastante consolidada en el panorama, decide encararse frente a su espejo y abrirse camino con voluntad firme y decidida, rompiendo de esta manera con un pasado arrugado que lo asfixiaba. Sus ideas corren ahora por otros contornos, por otras diagonales. Innovador y nervudo, con el pelo corto y una pretendida imagen que dista bastante de la anterior, se retuerce en una mescolanza de sonidos árabes y de estilo drum´n´bass, pero anudados por una línea rockera que es la que da una perfecta coherencia a todo el álbum.

              El tema que mejor refleja la nueva silueta que afronta es con el que se abre el disco: “Big Bang”, una declaración de intenciones de ese espíritu rompedor, de ese diálogo personal que Bunbury hace consigo mismo y con el cual quiere autoconvencerse de su nuevo camino: “ignora fronteras, no hay ni una de ellas que merezca de veras la pena”. Ese imperativo al inicio del verso es una orden sugestiva que él se impone, y que demuestra el zarpazo definitivo que da a los límites que tenía con Héroes. Además, en medio de la canción Bunbury nos dinamita con estas preguntas retóricas: “¿qué decides? ¿qué prefieres?”, que suenan a aullido y a grito descarnado, que afirman la decisión que uno tiene para moldear su propio destino. Uno y sólo uno es el que puede alterar el orden de los acontecimientos: “tú decides qué”.

En “Negativo”, segundo corte del álbum, nos hace una interesante lectura de su vida: bares, sueños, drogas, mujeres, fama, dinero, música; un repaso emocionante y un guiño audaz a su pasado, hecho con pinceladas de recuerdos fragmentados, desmenuzados éstos con pictórica técnica expresionista. Hay aquí una resistencia al recuerdo, a regodearse en la nostalgia; no es que el pretérito sea negativo, sino que es la añoranza la que puede dejar heridas abiertas que harían difícil la continuidad y el progreso futuro. Por eso, después de rememorar con palpitado sentimiento los detalles de antaño, hace un deliberado desprecio en un crescendo rabioso, cuya negación lo abofetea y lo devuelve al momento presente: “no, no, no, decididamente, decisivamente, definitivamente no”. Se aparta de sentimentalismos y sensiblerías, trabaja con la memoria, para acto seguido negarla, para luego dejar su mente en blanco y empezar de cero.

“Contracorriente” y “Servidor de nadie” son los dos temas que mejor enlazan con esta temática de la que estamos hablando, en la medida en que la gran metamorfosis en la que está inmerso nuestro músico, conlleva una rebeldía de maldito que lo sitúan en una esfera romántica en la que se siente distinto a los demás. Advertimos, pues, una insatisfacción con el mundo: “a los tabúes establecidos por mediocres y poderosos rechazo y me burlo”, un deseo vehemente de libertad: “contra el vacío admitido, me lleno de sustancia”, un individualismo alimentado de insolencia: “caprichos, manías, contradicción o atrevimiento; descaro, groserías, oposición y menosprecio”, y sobre todo ese deseo de lo absoluto: “contra la distancia, la unidad completa”. Bunbury desobedece las reglas establecidas y se aparta del camino más transitado, reivindica los impulsos más rebeldes oponiéndose al mundo en el que vive.

Efectivamente, este espíritu romántico se nos hace aún más evidente en “Alicia (expulsada al país de las maravillas)”, donde se aparta de la realidad a través de la imaginación, a través de los lados oscuros de la razón, ensanchando así sus límites con fantasías ubicadas en el mismo inconsciente: “Alicia es siempre tan breve que ya ha terminado”. Es cuando se exploran esas galerías que normalmente están vedadas por la racionalidad, es cuando nace la inspiración necesaria para que empiece la obra.

Quizás Radical Sonora no sea el álbum más sugerente de Enrique Bunbury, no obstante es en el que se empieza a fraguar su peculiar personaje y se comienzan a esparcir los pedazos de su auténtica personalidad, porque como dice la cita de Miguel Hernández que acompaña al disco, “sólo soy yo cuando estoy solo”.


(continuará…)


Conde Soto

domingo, 13 de noviembre de 2011

Festival Eñe – Caballero Bonald, la memoria como profecía

Llego cinco minutos tarde. Entro en el salón de columnas del Círculo de Bellas Artes. Es la primera vez que estoy allí. Existe una niebla que surge de los escasos focos de luz sobre un escenario central y oscuro. La luz se reverbera en las dos cabezas canosas de José Manuel Caballero Bonald y Juan Cruz.



Nada más sentarme escucho un “a mí no me interesa la realidad, como mucho la perspectiva, pero por encima de todo está el lenguaje”. Caballero Bonald dice que lo que hace es crear únicamente con palabras: imágenes y metáforas; es con y por el lenguaje que consigue crear realidades literarias. Dice también que si él tuviera que escribir con palabras cotidianas, con la sintaxis oral, tal y cual la vida misma, no escribiría, preferiría vivir. De ahí que el trabajo literario sea un proceso de transformación de las cosas y de la vida en otras deliciosas equivocaciones.



También habla de la memoria. “La memoria es fundamental para un escritor, pero hay que transformarla, modificarla de acuerdo con las necesidades del propio texto”. Entonces yo pienso en la memoria que deben de tener esos pelos blancos. Pienso en mi juventud, en mi cuerpo aún sin cicatrices del tiempo. Pienso en la memoria de esta sala - ¿esta sala tiene memoria? - en el edificio, en el cemento que resiste al tiempo y que no se acuerda de nada. Bonald sigue: quien recuerda se equivoca. Hay recuerdos falsos, recuerdos ajenos de los que uno se apropia. Y que de pronto uno piensa que ha vivido cosas que no ha vivido, pero que literariamente esto también es muy atractivo. A mí me sirve exactamente igual contar cosas falsas o mentir que contar verdades. La literatura no es una cuestión de verdades, ni de solemnes justicias. Es una cuestión de lenguaje. Y lo que uno utilice para canalizar sus preocupaciones humanas es igual que sea verdad o que sea falso”. Dice eso porque su compromiso único es con la literatura: ni la vida, ni la realidad, ni la verdad atrapan a este señor de 85 años que dice que “cuanto más mayor me he vuelto más rebelde” y esto se nota.

La charla se acaba. No me parece que haya pasado ya una hora. Vengo a casa y me encuentro con unos versos de Bonald:

Mi propia profecía es mi memoria:/
mi esperanza de ser lo que ya he sido.

Como todos los poetas, Bonald es una fascinante verdad inventada.



Condesa Lara

jueves, 10 de noviembre de 2011

Festival Eñe – Entrevista a Alberto Anaut

El Festival Eñe nació en Madrid allá por el año 2009 con el objetivo de ser un encuentro de escritores, lectores, editores, críticos y demás interesados en la literatura y en el arte en general. En plena crisis económica, un proyecto como éste podría parecer una deliciosa locura, sin embargo los números han demostrado que un trabajo bien hecho es una garantía de éxito: ésta será la quinta edición en total y la tercera en Madrid (las otras dos tuvieron lugar en Uruguay y en Perú). Para abril de 2012 ya está concertada la cita del Festival en México DF.

El Festival Eñe 2011 será en el Círculo de Bellas Artes los días 11 y 12 de noviembre, a donde acudirán ciento diecinueve participantes, entre los cuales hay tanto escritores consagrados como nuevos, españoles e hispanoamericanos: Ana María Matute, David Trueba, Joaquín Pérez Azaústre, Luis Alberto de Cuenca, Manuel Vicent, etc.

Para mayores informaciones sobre la programación:

Todavía puedes comprar tu abono en:



ENTREVISTA A ALBERTO ANAUT
           
            Él fue periodista económico de gran éxito (Revista Mercado, Diario 16, Cinco Días, El País). Él es director de La Fábrica.  Él es madrileño y madridista. Él es Alberto Anaut:



Condesa Lara - Como le he dicho, soy brasileña y me gustaría saber si existe la posibilidad de un Festival Eñe en un país no hispanohablante.
Alberto Anaut – Sí, sí y en concreto tenemos un proyecto para hacerlo en Brasil. El Festival Eñe en Latinoamérica lo hacemos de la mano de la Agencia Española de Desarrollo. La próxima edición del Festival en América lo vamos a hacer en DF (Ciudad de México) por petición de la Ministra de Cultura de la Ciudad de México. El año siguiente tenemos ya una petición de Miami para conmemorar los quinientos años del descubrimiento de Florida. En Brasil lo haremos relativamente pronto, porque sí que queremos que sea un Festival español pero también un Festival Ibérico e Iberoamericano. La cultura portuguesa es muy importante y la cultura y la potencia brasileña también. No podéis tener un Campeonato de Fútbol y no tener un Festival Eñe…
CLEs verdad (risas). Es aquello que decía Dostoievsky que “la mejor manera de ser universal es narrar muy bien tu propia aldea” ¿no? Entonces también pienso que el Festival Eñe tiene toda la potencia de ganar proyección internacional como una manera de defender la hispanidad y el idioma español.
AA – Sí, sin duda.
CL – Quería saber como usted ve los cambios que internet ha provocado en la manera en la que una persona se hace conocida en el “mundillo”. ¿Es mejor tener un blog público o es mejor guardar obras originales e inéditas para la publicación tradicional en una editorial?
AA – Bueno, yo creo que son compatibles las dos cosas. No me imagino un libro publicado en un blog. Bueno, aunque si pensamos en el folletín del siglo XIX, que publicaba las partes de una obra en un periódico, sí que nos lo podemos imaginar. Creo que el blog es un medio fundamental para establecer una red de contactos y de difusión, para darse a conocer. Para  la Revista Eñe internet es muy importante. Por ejemplo, el premio Cosecha Eñe cuenta con más de 3000 candidatos, y un número así de participantes sólo se consigue gracias a internet. Sin esta plataforma, sería prácticamente imposible. Y además, para la propia difusión del festival es muy importante, porque aquí nos juntaremos siete u ocho mil personas, pero el alcance que va a tener en la red es incalculable.
CL – Es verdad. Ahora me gustaría preguntarle más por su trayectoria profesional. ¿Cuál es el gran equívoco que las personas cometen al hablar de usted?
AA – Mucha gente se piensa que soy catalán. (risas). Y en lugar de llamarme Alberto, me llaman Albert.
CL – A lo mejor es por su apellido.
AA – Sí, sí, pero el apellido no es catalán, es de Navarra, es un apellido vasco. Pero mucha gente me llama Albert, pero a mí ya no me importa.
CL – Usted es de Madrid ¿no?
AA – Sí, soy de Madrid.
CL – ¿Y  madridista también?
AA – Por supuesto. Futbolero y madridista.
CL – Pues mira, yo también soy futbolera.
AA – ¿Y  madridista también?
CL – Aquí en España sí, por supuesto. Bueno, volviendo a las preguntas, usted viene del periodismo económico ¿Qué cosas tienen en común la economía y la cultura?
AA – Las empresas. Tienen las empresas en común. Y es muy importante porque La Fábrica también es una empresa, entonces nuestra manera de mirar la cultura es como una organización, y acreditamos que esto es un valor positivo, no un lastre. Yo realmente nunca habría podido  poner en marcha algunos proyectos si no hubiera sido periodista económico. Nunca lo había pensado antes, pero tu pregunta me ha hecho pensar y podríamos decir que es así.
CL – Muchas gracias. Usted por su trayectoria se nota que es muy aventurero, muy inquieto, ¿usted sigue a los sabios o a los locos?
AA – Me gustaría seguir a los sabios…
CL – (risas) Y ese “me gustaría” significa que…
AA – Significa que en cualquier aventura hay un punto no sé si de locura, pero por lo menos de inconsciencia. (risas) Yo siempre comento con amigos que los empresarios lo son porque realmente no tienen la información de lo que es el sufrir ser empresario (risas), si la tuvieran, no lo serían. Pero bueno, yo creo que poner en marcha algunos proyectos es una bendición, una gran suerte y eso es lo que compensa el esfuerzo y las dificultades.
CL – Con tantos proyectos y frentes como La Fábrica, Matador, Revista Eñe, Photoespaña… ¿le falta tiempo o le sobra tiempo?
AA – Me falta tiempo porque intento además vivir. (risas) Y creo que lo consigo. Bueno La Fábrica es lo que engloba todo, y luego está la editorial, la galería de arte… Tenemos una organización en que cada área lleva un director. Yo soy director de La Fábrica y director de la editorial. Ese doblete me lo pone un poco más difícil. Si solamente fuera director de una cosa o de otra creo que sería más fácil. Pero yo tengo una cierta capacidad de trabajo, tenemos un equipo estupendo y tomamos decisiones con cierta facilidad…Pero digamos que duermo poco (risas)
CL – Pero eso todos, ¿no?
AA – Sí es muy común en Madrid
CL – Para terminar: ¿Cuál ha sido el escritor que usted no ha leído y no le ha gustado?
AA – No sería justo para ningún escritor decir que no lo he leído y no me ha gustado, pero…
CL – Si quiere puede ser un escritor que esté muerto…
AA – No, entiendo que tú quieres que yo sea un poquito provocador…pues digamos que Arturo Pérez Reverte.
CL – Y la última: su lema es…
AA – Tengo dos. En La Fábrica tenemos muchos lemas. Nuestro gran lema es “nada da igual”, incluso lo tenemos puesto en la puerta, porque significa un espíritu. Pero hablando del Festival Eñe, le aplico el segundo lema que es “hay que intentarlo”.
CL – Muy bien. Muchísimas gracias.
AA – Muchas gracias a ti.


Condesa Lara

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Delicadeza II (La de tus orejas)

“O poeta nao se conforma de nao conhecer todas as formas da delicadeza” Cacaso






Para plasmar la delicadeza de tus orejas:


El perímetro del pomo de tu cabeza es el contorno completo de todo tu tiempo: laberintos áureos de cartílagos, lóbulos rebeldes, jardines de queratinas, y escaleras musicales por donde subo para escuchar el canto de las sirenas que nos atrajeron con la promesa de que no somos mortales porque somos dioses. Por ello, tu oreja es el fracaso de la sangre.

Condesa Lara

sábado, 5 de noviembre de 2011

El año de la rubia, el fruto estéril del deseo






El año de la rubia de Jesús Nieto Jurado es una novela corta de 85 páginas, pero en la que se narra la experiencia de una vida entera. Bajo la clave metonímica de la parte por el todo encontramos la representación amplia de su significado: el año por la vida, y la rubia por todos los ideales frustrados e inalcanzables.

El año del título se condensa en un verano: un instante desmayado, una angustia en el bochorno de la siesta, sobre el que buscamos a deshoras un cosquilleo desvanecido en la arena. El verano es siempre una promesa: la de licores frescos, la de besos en las orillas del cuerpo, la de suicidios estivales. La rubia es toda la promesa del verano. La rubia es la única promesa de una vida tediosa cuyo paso está marcado por la caída rítmica del cabello y por los botellones a pie de plaza.

No obstante, hay veces que el verano no cumple lo que promete, como también hay veces que la vida atropella pasiones, destruyendo así el arrojo que bulle en los amaneceres de junio. La imagen de la rubia se había configurado como la única salvación posible para sesgar la tragedia cotidiana, y su conquista habría sido la consagración victoriosa de alguien acostumbrado a perder, habría sido la dilatación del estío más allá de sus límites. Pero el ideal de la rubia se desvanece con la primera brisa del otoño.

Como bien sabemos, la posesión del objeto mata el deseo. En El año de la rubia los objetos anhelados nunca se llegan a conseguir, son fracasos sucesivos que atrofian la realización ideal de uno mismo. Por ello, hay un rugido polvoriento en cada fragmento de la memoria. Además, el deseo está plasmado en la novela porque sigue vivo, porque no se ha poseído ningún objeto; es necesario este fracaso para que exista la obra. El año de la rubia es fruto estéril del deseo. El año de la rubia es toda una promesa.


Condado de las Letras

viernes, 4 de noviembre de 2011

La imaginación

Escritos de la Ilustre Cuadrilla

Hoy tenemos el placer de recibir a un invitado muy especial en nuestros Escritos de la Ilustre Cuadrilla: el escritor y columnista de El Norte de Castilla, el célebre duque Eduardo Martínez Rico, poseedor de una cualidad fundamental para uno que se dedica al oficio de la palabra: la capacidad de escuchar. Escuchó a Francisco Umbral en sus dos libros sobre el escritor (Umbral: vida, obra y pecados y Umbral: las verdades de un mentiroso ilustre), escuchó a Pedro J. Ramírez en su Tinta en las venas, por citar algunas de sus obras. Ahora nos toca a nosotros escucharle:
(el texto que sigue fue escrito hace algunos años)


LA IMAGINACIÓN


            Una de las facultades más grandes del hombre, más divinas, es la imaginación. Los niños la poseen muy desarrollada y poco a poco la van perdiendo. No sé por qué ocurre esto: ¿la perdemos porque es algo natural en nuestra vida, o porque hay causas extrañas que propician esta pérdida? Tengo la intuición de que el colegio y la Universidad atentan contra la imaginación. Nuestra educación nos da muchas otras cosas, pero apaga las imágenes que aparecen en nuestra mente, nuestro “cine” interior.
            Me acuerdo, cuando era pequeño que les decía a mis compañeros en el recreo, en el colegio, que cerraran los ojos porque “salía cine”. No hacía falta más que cerrar los ojos para que afluyeran las imágenes a la mente y se vieran con la misma nitidez con que vemos una película. Yo eso lo perdí.
            He leído mucho a lo largo de mi vida, a veces pienso que he leído demasiado, he escrito mucho, y durante muchos años tuve apagada mi imaginación. Leía, pero no imaginaba; entendía lo que decían los autores, sus ideas, sus explicaciones, y seguía la trama de las novelas, pero no las volvía en imágenes. No veía a los personajes, ni los escenarios, nada. Eso yo creo que me ocurrió con más fuerza durante la Universidad. Estudié Filología, y no paré de leer, tampoco paré de escribir. Salvo excepciones, y estoy recordando un cuento sobre el Cid, “El signo de interrogación”, no veía, no imaginaba lo que escribía. No sé por qué pero el Cid, a mí, me devuelve la imaginación.
            Fue precisamente cuando me puse a escribir la novela Cid Campeador, que volvió la imaginación a mi mente. Veía a los personajes, las batallas, los trajes, los caballos, el ceñidor, la gran joya que levanta la codicia de los personajes… Se puede escribir de muchas maneras, pero parece elemental que cuando uno escribe un cuento o una novela imagine lo que está escribiendo. Yo sostengo que si un novelista no consigue ver lo que está escribiendo, tampoco lo hará el lector, aunque hay muchos tipos de lectores, por supuesto. También hay muchos tipos de escritores.
            El otro día di una charla en la Universidad Complutense, e Isabel Colón, la profesora que me invitó, comentó al terminar el acto que Tölkien, el gran escritor de la imaginación, el autor de El señor de los anillos, decía que cada escritor trabajaba con su formación y que él era filólogo, es decir, él trabajaba con las palabras. Y consiguió crear un inmenso universo imaginativo, lleno de tierras ignotas y personajes fabulosos, lenguas nuevas, etc.
            Si algo me gusta, y me inquieta, de la literatura es que no hay reglas, o todas son susceptibles de romperse. Alguien puede decir que una obra es muy mala, pero quinientos que es magnífica, y al revés. A mí me preocupa que me rechacen destempladamente un libro de una editorial, y en cambio me lo publique otra, y con razonable éxito. Que un lector me alabe y otro me critique furibundamente. Pero éste es un reino abierto, fértil, inabarcable, maravilloso.
            La imaginación es un túnel interior que llevamos dentro; unos lo tenemos apagado y otros lleno de luz. Por ese túnel aparecen toda clase de cosas que vamos descubriendo mientras que avanzamos. Nosotros creamos todo ese mundo, pero va apareciendo solo, por sí mismo. La mejor manera de explicarlo, hoy, es utilizando el cine: se va gestando una película en nuestra mente, un poco sola un poco gracias a nosotros, y nosotros la controlamos en cierto modo, pero sólo en cierto modo. Es una capacidad, un poder, divino, consciente e inconsciente.


                                                                                  Eduardo Martínez Rico


viernes, 28 de octubre de 2011

Jorge de Lima, un poeta en el estado líquido de la materia



           Lo que más llama la atención en  Jorge de Lima (Brasil 1893-1953) es su capacidad por ignorar todas las limitaciones de la existencia, por burlarse de todo lo que sea barrera, pared, cemento; porque él es agua. Fluye por diversas áreas del conocimiento: médico por formación, político por profesión, poeta por vocación y pintor por intuición; como el propio tiempo que fluye hasta llegar a no ser más, a ser eternidad. Jorge de Lima, un poeta que se presenta en el estado líquido de la materia, sobre el cual su poesía “camina sin la gravitación de la carne”, del cuerpo, del límite:

A invençao da polícia - Jorge de Lima


Poema 55 – Encuentro y Anunciación de Mira-Celi (1943)

Y todo habría de ser así, para contemplarte sereno, oh muerte,
e integrarme en tus misterios y en tus milagros.
Ahora veo Lázaros levantándose
y todos los mutilados recomponiéndose como las estrellas del mar.
Sobre tus océanos los seres caminan sin la gravitación de la carne.
Vamos vestidos con el manto de la gracia que cubría al primer padre.
Vamos unidos e iguales en este éxodo para la verdadera patria.
Nuestras sombras se tocan y se confunden en cada encrucijada,
donde vemos aquí y allí las pegadas de Dios.
Dejamos atrás las ruinas de Babel: la lengua que hablamos
es como nuestro hábito común.
Proletarios, frades, artistas, mendigos, soldados,
tenemos los ojos dentro de la misma órbita,
y mis codos tocan los de esta princesa fajada hace milenios.
Después de estos siete mil escalones y estas mil columnas nos han dejado pasar.
Para tras ya se ha quedado la órbita de Mira-Celi.
Misteriosas luces prenuncian otros siete mil escalones,
en que sólo empezamos a divisar indicios
de Tres Presencias divinas, sin principio ni fin.
Y todo debería de ser así para que yo volviera a la eterna Tríade,
al Número Inicial, al Verbo, a la Plenitud.
Vamos unidos e iguales para la gran Epifanía.
¡Ah! ¡Como somos leves y vivos en estas tierras verídicas!
Finalmente resucitamos como el hijo del Hombre.
Somos movimiento, luz, calor, fuego de Dios, gérmenes incorruptibles.
Los niños que vivieron y murieron sin luz
siguen vestidos de los siete colores.
Las siete vocales de los que nunca pudieron articular un nombre
son siete escalas para la más pura poesía.
Empezamos hace poco a iniciar a los sabios,
cuyos dobles  parecían sombras de lobos entre mujeres frágiles.
Somos una procesión de magos,
una turba de cadáveres vivos que entonan el himno de la resurrección.
Y, aunque haya, por la carretera, fuentes que nacen en vertical, del alto,
nuestra sed ya no es de agua.
Todo debería ser así para no creer en el mundo
y soportar esta larga jornada
hasta el acercamiento infinito de las Tres Inmensas Personas
que nunca tuvieron principio ni nunca tendrán fin.

(La traducción es mía)

Condesa Lara

miércoles, 26 de octubre de 2011

Nuestra presencia en el I Congreso Internacional Francisco Umbral


          Este Condado participó del I Congreso Internacional Francisco Umbral. Los placeres literarios: Umbral como Lector (del 19/10 al 21/10) con la comunicación "Baudelaire: el modelo sublime del adolescente de Las Ninfas", lo que explica el largo silencio de este blog: las intensas lecturas, la producción del texto a cuatro manos y el perfeccionismo estilístico con la dosis justa de lirismo consumieron todas nuestras energías.


     (Por si cabe duda: el Conde es el de la derecha)

            También se puede leer en El Mundo (20/10/2011) el artículo del señor J.M. Plaza sobre el Congreso donde nos cita: http://apliweb.uned.es/comunicacion/prensa/ficheros_ver.asp?ID=5201011
           
Aparte de la experiencia de la preparación del texto como de su presentación, nos llevamos del Congreso algunos buenos amigos y las ganas de hacer cosas con ellos. (Si de una boda sale otra, de un encuentro literario ¿qué puede salir?).

Esperamos que en breve podamos compartir más detalles de proyectos futuros. Aguarden.


Condado de las Letras


martes, 13 de septiembre de 2011

La niña de los mandados:


“El Rueda”, el mercadillo y otros caramelos



De tiempo en tiempo la vida parece que se vuelve nostálgica y aviva, espontáneamente, experiencias pasadas. Me he dado cuenta de eso cuando hoy he ido al Mercado de Antón Martín a comprar lo necesario para el día: lechuga, pescado fresco y algo de fruta. Me he acordado de que en mi casa, de niña, yo era quien hacía los mandados a mi madre. No recuerdo cómo esa costumbre desapareció de mi vida, no sé si cuando me cambié de casa, de novio o de corte de pelo, pero sé que hacía mucho tiempo que no iba a un sitio así, antiguo y provinciano, donde las personas andan despacio, afilan meticulosamente los cuchillos e intercambian recetas, chistes y olores.

Al principio de la división de tareas de mi casa yo quería cambiar la mía con la de mi hermano que consistía en lavar el garaje y el perro. “Niña, deja que tu hermano haga eso. Tú, vete al mercadillo, cómprame una docena de naranjas, media docena de…”. Uno se da cuenta de que es inútil enfrentarse a lo que dice una madre cuando se es niño.  Mis padres trabajaban, mi hermano lavaba el garaje y el perro y yo salía puerta afuera para hacer los mandados. La verdad es que a mí siempre me ha encantado esa sensación de salir a la calle con una misión: en este caso la de traer naranjas a la familia. Pero yo sabía que era más que eso, mi misión era traer color a la nevera siempre blanca. Siempre, antes de salir a mi odisea particular del jueves (el mercadillo de mi barrio era  los jueves), me gustaba mirar lo blanca que estaba la nevera, sólo para ver después cómo ella se olvidaba de su naturaleza monocromática y se coloreaba. Un placer de esos, pequeños, que dan belleza a las ínfimas cosas. “Que tristes son las cosas, consideradas sin énfasis”.

Los tipos del mercadillo eran de los más variopintos: pícaros, pescaderos, amas de casa. Había un mendigo que pasaba toda la mañana sentado en la calle, con su muleta al lado, pidiendo dinero “Hola Señora, una monedita, por favor”. Le llamaban “El Rueda”. Me gustaba porque me parecía un tío muy alegre “El Rueda”. Siempre se reía cuando alguien le llamaba y contestaba de buen tono. Yo pensaba que era una lección de gratitud ante la vida aceptar el apodo que le daba donde más le dolía siendo cojo y todo ese rollo que las pedagogas nos cuentan como si conocieran tipos como “El Rueda”, pero que nunca han ido al mercadillo ni han visto a un mendigo. Yo, que le veía todos los jueves, atendía a sus peticiones y siempre le daba algo de cambio que sobraba de las naranjas. “Gracias, señorita. Dios te bendiga”. Esa frase la escuché meses y meses.

Pero había en el “El Rueda” una alegría demasiado alegre. Algo que desentonaba. Y os puedo decir que no me equivocaba: comprendí de qué iba “El Rueda” cuando le vi paseando en bicicleta cerca de la casa de un amigo. Él me vio, me saludó y luego me hizo una señal de silencio. Esa era su alegría y su gratitud ante la vida: el tipo tenía el cuerpo perfecto, sin muletas ni piernas cojas y aún paseaba su perfección por ahí en su bicicleta como si nada. “El Rueda” era la metonimia más irónica del mercadillo y de la propia vida. Esa era la verdad del mercadillo que las pedagogas desconocen: que “la vida no es noble, ni buena, ni sagrada”, pero si tienes suerte puede ser muy divertida, risible y bella. Así que “El Rueda” fue el primer pícaro que conocí, lo que ya tiene su mérito.



 Después del fortuito encuentro con el cojo en su versada bicicleta, él ya no me pedía dinero, sino todo lo contrario, me regalaba cosas para que su paseíto en bici no tuviera más trascendencia. Nada más llegar al mercadillo, “El Rueda” me estaba esperando en su sitio con un caramelito en las manos. A veces incluso hacía el amago de levantarse con mucha dificultad en coordinar sus muletas sin destreza. También me regalaba el oído con piropos impropios a proferirle a una niña, cosa que ningún cliente entendía, pero ese era nuestro secreto, porque yo, sin quererlo, ya era su cómplice en su picardía: “Hola señorita, que guapa viene hoy”, “Hola señorita, me encantaría poder pasear en bici con usted, pero como soy COJO…” y daba mayor énfasis a esta parte. Los que le llamaban “El Rueda” también eran nuestros cómplices y nos reíamos todos: “El Rueda”, los vendedores y yo.

Un día llegué a casa con la docena de naranjas, la media docena de… y un caramelito de “El Rueda”. Mi madre me preguntó “¿De dónde tú has sacado ese caramelo, niña? Ya te he dicho que no cojas dulces de desconocidos, porque te meten droga…”. Le dije que no se preocupara, que era de un amigo que tenía en el mercadillo. “¿Pero cómo se llama ese amigo tuyo?”. “Es “El Rueda”, es un pobre mendigo, madre, pero le caigo bien”. “¿Y por qué “El Rueda”?”. “Porque…porque…porque… él es COJO” (también puse mucho énfasis en esta parte). Esta fue la primera vez que me sentí pícara en la vida. Pícara y cómplice de una mentira, de un crimen. “¿Y él acepta que le llamen así?”. “Sí, él incluso se ríe”. “De verdad, niña, esa gente no tiene corazón. Mira que lección de vida, que gratitud ante lo que le toca, porque otro en su lugar…”. En este momento me acordé de que mi madre también era pedagoga y que no podría jamás llegar a entender la ironía del mercadillo ni la picardía que dulcificaba aquel caramelo.


Condesa Lara