“...hay una niña muerta
con una rosa encarnada
oculta en la cabellera”
Federico García Lorca
(en: Poema del cante jondo, 1921)
Amy está muerta. Back to black. Ayer era todavía una cantante con voz potente, con la que había cautivado medio mundo, una niña visiblemente insegura. Hoy ya es un mito. El paso de persona a mito tiene el precio caro de la muerte.
La cita elegida es también de un maldito, como acertadamente vio Francisco Umbral en su ensayo Lorca, poeta maldito, donde consigue, de manera brillante, hacer un análisis sobre qué es ser maldito. Teniendo en cuenta las características que Umbral establece, veremos cómo Amy, hoy ya podemos decirlo, es una diva maldita.
Umbral dice que los artistas malditos tienen una fuerza centrípeta, cuyo objetivo es destruirse a sí mismo. “El poeta maldito viene a ser un ser que sufre complejo de autodestrucción y que hace de ese complejo y de esa autodestrucción su obra de arte”. Defiende que Lorca es maldito por su “arraigo estético y humano en los poderes demoníacos”, por su drama personal y por su “muerte trágica y prematura”. Amy, a su manera, tiene todas esas características.
Amy sabía que pertenecía a lo oscuro. “I told you I was trouble, you know that I'm no good”. Su fuerza consistía en su mayor miedo y pena. Su inseguridad se convertía en obra de arte. Y también en su peculiar moño. “Cuanto más insegura estoy, más grande es el moño”, decía ella. En 2008, quiso mudarse, por tercera vez en poco tiempo, de la casa que había acabado de comprar por decir que estaba llena de demonios, que la visitaban cada noche, como afirmó: "Sentía muy malas vibraciones, demonios que me rodeaban en todo momento. Ellos entraban dentro de mí y eso quedaba reflejado en mi piel”. Incluso hubo quien la llamó “White devil”.
Su drama personal, aparte del acompañamiento que la prensa hizo, paso a paso, está reflejado en sus canciones. En ellas podemos tocar la textura de un corazón roto. Muchos dirán que no era para tanto, que todos ya hemos pasado por lo mismo. Pero la vida no es lo que lo que se vive, sino como se vive. “Bebía como una cosaca. Había terminado una relación. Estaba en plan destructivo...”, dijo. Aquí está la fuerza centrípeta, autodestructiva, de la que Umbral hablaba: “un hombre puede hacer de su perdición su propia salvación, al convertirla en obra de arte”. Ella lo intentó. Y lo logró. “En año y medio me enamoré y me rompieron el corazón. Me sirvió de inspiración”.
Sobre su muerte prematura y trágica no hace falta hablar. Los tabloides ya se ocuparán de ello. Todo es demasiado reciente. Las circunstancias y motivaciones no importan, en absoluto. Morirse a los 27 años, sea como sea, es trágico y prematuro.
En su documental ella dice creer “en el destino a pies juntillas; todo tiene una razón de ser” y arremata con “la vida es corta, lánzate”. Ayer, por obra del destino, o no, con o sin razón de ser, su vida se lanzó en la más profunda oscuridad. Los demonios que la rodeaban, la poseyeron por completo. La niña de la rosa en la cabellera se consagró como maldita. Ayer, se silenció la voz que cantaba:
And laughed at by the gods
And now the final frame
Love is a losing game.
And now the final frame
Love is a losing game.
Ayer, la vida fue un juego perdido.
Condesa Lara
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