No sé cómo este librito
llegó a mis manos (digo “librito” pues tiene, en total, exactas 16 páginas de
texto y otras 16 de ilustraciones abstractas en blanco y negro, intercaladas).
Supongo que fue hace años. Igual lo he robado de alguien que ahora podrá
reclamarlo. A lo mejor me lo han regalado. Puede ser, incluso, que lo haya
comprado en un despiste cualquiera. El hecho es que, entre mudanza y mudanza,
no había dado con él hasta hace muy poco.
No me acordaba de haberlo
leído antes, así que me puse con esta edición asombrosamente minimalista (os
digo: un total de 32 páginas, más portada y contraportada y ya está) en los
aburridísimos viajes diarios de metro. No estoy segura de ser fetichista con
los libros, pero debo reconocer que esta escueta edición ha determinado mucho
de mi lectura. No me di cuenta, hasta después de terminarla, que llegar a un
libro del cual no tienes ninguna referencia (sólo sobre su autor y sus otros
escritos) y proceder a su lectura sin ninguna interferencia es, por lo menos,
raro a día de hoy. En dicha edición no hay ninguna información adicional al
texto mismo, ni siquiera el género de la obra (algunos la consideran cuento,
novela corta, sketch cómico, monólogo…), ni tampoco introducción crítica, ni resumen
biográfico, ni atestados del terapeuta del escritor y mucho menos notas
explicativas. Al texto solitario le acompañan únicamente abstracciones de una
artista plástica.
Creo que la editorial ha sabido jugar con el lector, tan
acomodado en su mesa camilla, súper-protegido por almohadas críticas y bombardeado
por informaciones biográficas sin sentido, el cual no está ya acostumbrado a
relacionarse a solas con un texto. Ha jugado a que el lector se sintiese tan
solitario como su protagonista (no, no voy a hablar de ello).
En mi relación íntima con
esta obrita (vamos a llamarla así), me despojé de mis propias “protecciones” y disfruté
mejor que nunca del humor ácido que tiene Beckett. Y es con esto, y sólo con
esto, con lo que me quedo. He disfrutado de haberlo leído así, a solas, como
quien cuchichea un secreto. Un determinado momento del texto dice: “cuanto más desnuda, más bizca se quedaba”. Ésta es la exacta sensación que tengo con este librito (ya sabéis que digo esto
con cariño): cuanto más desnudo, más gracioso, más imperfecto y entrañable.
Después de esta lectura,
pienso que los críticos muchas veces deberíamos callarnos.
Condesa Lara
ninguém comenta no seu blog.
ResponderEliminarParece ser que a caridade se equivocou...
EliminarDe que vale caridade sem paciência?
Creo que tu encuentro con la obrita es privilegiado, y que tu sugerencia acerca de que los críticos enmudezcan realmente es un acertado llamado a librarse de prejuicios y del peligro de lo acostumbrado, para dar paso al crecimiento. Me gustó mucho tu artículo pues suma lo anterior a una prosa bien escrita. Te invito a un par de blogs donde colaboro, a ver que opinión te merecen sus temas y artículos. Saludos desde Venezuela! Gustavo
ResponderEliminarhttp://lobigus.blogspot.com/ http://raguniano.blogspot.com/
Hola Gustavo,
EliminarMe alegro que te haya gustado.
La verdad es que he podido disfrutar de la "obrita" de una manera muy espontánea.
Muchas gracias por lo de "prosa bien escrita".
Ya miraré tus blogs y te diré qué me parecen. Tienen buena pinta...
Que sepas que soy vecina tuya, de Brasil, pero vivo en Madrid. Un saludo a Venezuela!
Saludos!
Condesa