Lo que más llama la atención en Jorge de Lima (Brasil 1893-1953) es su capacidad por ignorar todas las limitaciones de la existencia, por burlarse de todo lo que sea barrera, pared, cemento; porque él es agua. Fluye por diversas áreas del conocimiento: médico por formación, político por profesión, poeta por vocación y pintor por intuición; como el propio tiempo que fluye hasta llegar a no ser más, a ser eternidad. Jorge de Lima, un poeta que se presenta en el estado líquido de la materia, sobre el cual su poesía “camina sin la gravitación de la carne”, del cuerpo, del límite:
A invençao da polícia - Jorge de Lima |
Poema 55 – Encuentro y Anunciación de Mira-Celi (1943)
Y todo habría de ser así, para contemplarte sereno, oh muerte,
e integrarme en tus misterios y en tus milagros.
Ahora veo Lázaros levantándose
y todos los mutilados recomponiéndose como las estrellas del mar.
Sobre tus océanos los seres caminan sin la gravitación de la carne.
Vamos vestidos con el manto de la gracia que cubría al primer padre.
Vamos unidos e iguales en este éxodo para la verdadera patria.
Nuestras sombras se tocan y se confunden en cada encrucijada,
donde vemos aquí y allí las pegadas de Dios.
Dejamos atrás las ruinas de Babel: la lengua que hablamos
es como nuestro hábito común.
Proletarios, frades, artistas, mendigos, soldados,
tenemos los ojos dentro de la misma órbita,
y mis codos tocan los de esta princesa fajada hace milenios.
Después de estos siete mil escalones y estas mil columnas nos han dejado pasar.
Para tras ya se ha quedado la órbita de Mira-Celi.
Misteriosas luces prenuncian otros siete mil escalones,
en que sólo empezamos a divisar indicios
de Tres Presencias divinas, sin principio ni fin.
Y todo debería de ser así para que yo volviera a la eterna Tríade,
al Número Inicial, al Verbo, a la Plenitud.
Vamos unidos e iguales para la gran Epifanía.
¡Ah! ¡Como somos leves y vivos en estas tierras verídicas!
Finalmente resucitamos como el hijo del Hombre.
Somos movimiento, luz, calor, fuego de Dios, gérmenes incorruptibles.
Los niños que vivieron y murieron sin luz
siguen vestidos de los siete colores.
Las siete vocales de los que nunca pudieron articular un nombre
son siete escalas para la más pura poesía.
Empezamos hace poco a iniciar a los sabios,
cuyos dobles parecían sombras de lobos entre mujeres frágiles.
Somos una procesión de magos,
una turba de cadáveres vivos que entonan el himno de la resurrección.
Y, aunque haya, por la carretera, fuentes que nacen en vertical, del alto,
nuestra sed ya no es de agua.
Todo debería ser así para no creer en el mundo
y soportar esta larga jornada
hasta el acercamiento infinito de las Tres Inmensas Personas
que nunca tuvieron principio ni nunca tendrán fin.
(La traducción es mía)
Condesa Lara
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